El canto coral venezolano, desde hace algún tiempo, ha comenzado a sufrir ciertos cambios, ¡perdón! ¿dije sufrir?, me equivoqué y ofrezco disculpas por eso, en todo caso, quise decir todo lo contrario; el canto coral venezolano, se ha vestido de un nuevo disfrute, al ir aceptando poco a poco una manera un poco atrevida diría yo, de arreglos vocales, que están siendo interpretados por algunos coros de nuestro país.
¿Quién comenzó? ¿Cuándo? ¿Quién tiro la “primera nota”?
Esta es mi historia.
Cuando ingresé al mundo coral, tomando un autobús llamado Orfeón Universitario, escuché decir que los arreglos de la profesora Modesta Bor, para aquel momento 1962, estaban siendo buscados por los directores de grupos corales, porque sonaban muy bien y había que tener al menos uno, en el repertorio, para incluirlo en el programa del próximo concierto.
Siempre ha habido un atrevido, en cualquier especialidad o área de la vida y en aquel momento, Modesta Bor era la abanderada. Imagino que paralelamente, hubo otros más que se atrevieron, pero quizás no tuvieron los contactos, el valor incluso de mostrar lo que se les estaba ocurriendo, o la suerte de encontrar un director que quisiera montar en su coro, alguno de sus arreglos.
Para que tenga frutos este tipo de atrevimientos, es necesario que se den dos cosas fundamentales: que exista el arreglo y que exista el director que comulgue con este tipo de ideas, si no es así, habrá una banqueta llenándose de arreglos, esperando que alguien los descubra, para darlos a conocer en las voces de alguna agrupación vocal, que se convertiría por esta razón, en un coro muy especial.
Luego de un tiempo, más o menos largo, del cual comenté al inicio de estas líneas, comenzó a suceder algo inaudito e increíble, El Coro Académico de Caracas, dirigido por Emilio Solé, incluyó en su repertorio un tema titulado “Es La luz” arreglado por Kodiak Agüero. Aquí se encontraron los atrevimientos descritos anteriormente: un director, Emilio Solé, quien se abrió a esta nueva propuesta de arreglos y un arreglista, Kodiak Agüero, quien encontró un instrumento con ganas de hacer oír, uno de sus primeros arreglos corales.
Por otra parte, no sé si antes o después de la grabación de El Coro Académico de Caracas, Óscar Galián escribía en esa misma onda, él tenía para aquel momento, el privilegio de dirigir su propio coro (Grupo Vocal Federico Ruiz), el mandado lo tenía resuelto, tenía el instrumento en sus manos.
Recuerdo haber asistido a una edición del Festival Caribe donde Óscar Galián, José Mena y Kodiak Agüero, llevaron arreglos y fue un total revuelo en el ambiente coral de la ciudad. Se había marcado el camino, que hasta los actuales momentos y sin ánimo de detenerse, encontramos en los diversos grupos corales, que se han ido sumando poco a poco a la nueva corriente de armonías, que hasta aquel momento, muchos no se atrevieron a cantar, ni otros tantos a escribir. Se oyeron otros nombres de arreglistas y compositores: César Alejandro Carrillo, Armando Lovera, etc., quienes también contribuyeron enormemente, al nuevo sonido coral venezolano. Es muy posible que alguien no haya sido nombrado pero repito que ésta es mi historia, no afirmo que sea “la historia”
Dialecto Urbano, es una agrupación que aparece luego de la desaparición de Signo In y del receso momentáneo, de Fusión IV. Los integrantes de estos grupos, han llegado y se han ido; no así sus arreglistas, José Mena y Kodiak Agüero, quienes se mantienen fieles a su propuesta, hacer más y mejor música para ser cantada por agrupaciones corales.
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Son privilegiados los que además de vivir para la música pueden vivir de la música; todos los demás son el resto, los que viven con ella y en ella; en realidad no queda otra, la música abarca todo y más allá, y a nada ni a nadie excluye; alcanza hasta aquél que aún no ha nacido, irrumpe con bombos y platillos con el líquido amniótico. Es, como el oxígeno, la vida. Y es el corazón la prueba de ello. Sus latidos son el ritmo primigenio, la primera y la eterna percusión sincronizada y acompasada que oye el ser humano. De ello saben hasta los sordos, y no es exageración ni metáfora. Sé que se las apañan para sentir vibraciones y que las reproducen con tino desde la piel, desde los huesos, desde el alma; he presenciado milagros en ese sentido, y es que la música todo lo hace posible: anima, ennoblece, sana. Revitaliza. Todo la contiene o ella contiene todo, hasta el ruido puede esconderla, y, sin duda, el silencio. La música está en el vaivén de unas caderas, en el pregón del vendedor ambulante, en el viento, en el mar, en la risa, en la palabra escrita y, por supuesto, en la hablada, en los sentimientos y, claro, en el chasquido de los besos. Puede uno entender, entonces, que una persona, sea cual sea el color de sus ojos, en este caso verdes, y siendo el color otro milagro vital, te mire arrobado cuando habla de su profesión, y sientas que su mirada dice mucho de lo que adora hacer porque mira como cantando.
La historia de José Mena, historia de y para la música, es prolija y su trayectoria en estos afanes, como compositor, arreglista, intérprete, director, profesor o cantante es un empeñoso si sostenido, un sí afirmativo mayor, un siempre andante, aunque oscile, según las circunstancias, del tiempo del valse a no pocos seis por ocho. Como todo amor y como Eros mismo, opuestos seducidos por lo tanótico, la música, con todas las gamas y tonos posibles, es la tensión que lo impele, el blanco y negro que lo tienta. José Mena la lleva consigo como algo que le pasa, como la sangre, como algo que le acontece, como su par de ojos. Como un código de barra o en su código genético. Su abuela, Claudina Mimó, de temperamento artístico intenso, pinta y escribe y ha vivido su vida bordeando convencida el costado más sensible de la vía, estudió en la universidad de la tercera edad sintiéndose como en la primera. Su bisabuelo, Claudio Mimó, fue escultor y fundó la escuela de Bellas Artes Arturo Michelena de Valencia. No tardó en darse cuenta José Mena de que estaba predestinado, sin remedio, para los sones y sus goces. A los seis, comenzó a estudiar piano, y más que notas, hizo votos. Con la música por siempre.
José Mena, Director de Dialecto Urbano
Aire amable, que no trágico o atormentado, alberga tanta pasión por la audacia de crear y proponer ocurrencias, como por vibrar con versiones respondonas; aquellas que bajan los himnos de los pedestales. No teme tropicalizar o jalonar por los derroteros del jazz los clásicos que adora, tampoco hurgar entre raíces y páginas sepias para rescatar entre lamentos coloniales y tonadas de ordeños esa curiosidad llamada identidad. En realidad, la música toda es su favorita y oye a gusto cualquier género sin excepción así como busca mitigar sus obsesiones con investigaciones que den con respuestas fielmente barrocas. “Todo, sí, puedo disfrutar una polca, un aguinaldo o una sinfonía de Mahler, la música siempre sabe colarse y anidarse, ya sea como una emoción o una historia completa o infinita”, dice Mena. Lo cierto es que como titular de la coral Voces Juveniles de Caracas, del colegio Emil Friedman de Caracas, este profesor, desprovisto de acartonamientos, ha conseguido motivar a los alumnos a los ensayos de manera casi compulsiva. Es su señuelo la música como diversión, como expresión a la mano de sentimientos, como voz del corazón y con la técnica al servicio del prodigioso quehacer. Con esa condición ha deslizado un programa acaso más popular, que no menos formal, al punto que de pronto se sintió tras bastidores que la temperatura de la coral -en su desempeño no menos correcto en términos matemáticos, porque la música lo es- pues subió. Se hizo más cálida.
Contratenor, quien cantara con Isabel Palacios, entre otros retos, L’Orfeo de Monteverde, y también con la Camerata de Caracas fuera solista de Carmina Burana, un tópico de la historia musical patria y una catapulta, ha sido, asimismo, alumno de Federico Ruiz, en composición coral contemporánea; de Irina Niculescku, en fonéticas latina, alemana, inglesa, francesa e italiana; de Amelia Salazar y de Sara Catarina, en Canto; de Werner Pfaff, en música alemana contemporánea; y de otras luminarias más en asignaturas como canto gregoriano, música del renacimiento, orquestación de música popular y dirección coral. Lo aprendido le ha valido premios como el de Arreglos y Composiciones Corales en estilo caribeño, en el Festival Caribe, en el que ha triunfado tres veces, o el premio municipal de teatro, por la música de la obra Anfitrión, de Moliére. Currículum tiene. Tiene obras publicadas, Ave Verum Corpus y Canción de cuna con pollitos, y no poco estudio: es licenciado en Música, mención Dirección Coral, egresado del Instituto Universitario de Estudios Musicales, IUDEM bajo la tutela de Alberto Grau y María Guinand; también estudiaría composición, canto y dirección orquestal, y detenta, asimismo, el título de magíster en Música, mención Dirección Orquestal, el cual obtuvo en la universidad Simón Bolívar, como pupilo de Alfredo Rugeles. “Me faltaba un año para graduarme en Ingeniería Electrónica pero, como siempre, me adherí a la coral donde estudiaba, en este caso la de la universidad, y esta vez no hubo vuelta atrás, la música que había sido mi pasión toda la vida, sería, en adelante, mi modo de vida, mi vida a mi modo, las 24 horas del día”.
Su formación, y seguramente su determinación, le ha dado créditos para producir y estar en toda movida musical, aquí y allá. Para ser el compositor de la música de puestas en escena como El sol negro, de Samuel Vázquez; El pie de la Virgen, de Andrés Eloy Blanco; Palabra perdida, espectáculo de danza contemporánea de Osmany Téllez y Astrid Angarita; Quién le teme a Virginia Wolf, de Edgard Albee; o Ligazón, de Ramón de Valle Inclán. Para cantar con la Sinfónica de Venezuela, la Municipal de Caracas, la Gran Mariscal de Ayacucho, la Sinfónica Simón Bolívar, el Collegium Musicum Fernando Silva-Morván, o la Sinfónica Juvenil de Chacao. Para dirigir diferentes grupos corales como la Coral Cantamundo, el Grupo Vocal Quibure, el Coro de Cámara de la Schola Cantorum de Caracas, y asistir en la dirección del Orfeón Universitario Simón Bolívar, o la Camerata de Caracas. Para fundar, codirigir y ser arreglista del cuarteto vocal Fusión IV. Para parir algún jingle publicitario y hasta interpretarlo. Y para fundar Dialecto Urbano. O sea, para producir algo tan redondo como este disco.
Esta, la tercera producción de Dialecto Urbano, es un paseo heterodoxo y a puro pecho, voces cantantes, por meandros en distintos tiempos y temporadas, tonos y tonadas. Una gaita de tambora, una canción de cuna, joropos o merenguitos desde el tamiz con que se oiga. Todo sublimado, todo con el dúo garganta alma; tanto que podría llamarse un disco de soul criollo. Los temas de arrullo de siempre con las voces familiares de Luz Marina, Guillermo Carrasco, María Rivas, Fusión IV, Los Cuñaos, el propio José Mena y la gente de Dialecto reunidos por la causa que sin ser eterna, queda registrada para quien la quiera oír. “La música tiene sus calles” es el nombre de esta producción dulzona, a veces triste, que repasa al país y sus sentimientos, que delata a José Mena y los suyos, que es limpia y es un trabajo continuo sin efectos y con afectos. Flora, te seduce, El segundo, te hace sonreír, ¿Cómo podré? es brisa, Flor de mayo, te emociona, Besos en mis sueños, te susurra, Pueblos tristes, te enmudece, El negro José, te anima, Mi tripón, te conecta, El diablo suelto, te ubica –“tengo mi diablo dentro, acaso todos”, dice Mena-, y Canción de cuna con pollitos, te acurruca. Como achocolatado el trabajo; como para Cacao Music.
Me pasa con mis canciones que tardo un poco en reconocerlas cuando están versionadas por otros. Tras unos segundos de duda llega la emoción de sentir que eso que escucho nació inicialmente de mi mano. Esta versión de COMO PODRE que hace DIALECTO URBANO es tan hermosa que aún me cuesta reconocerla como mía. Y es que con su talento y este arreglo ahora es también de ellos. Gracias por este regalo…
IGNACIO IZCARAY
“… Se puede leer, entre cada frase pronunciada y embebida en licor de música, el trazo firme de la forma y color de este grupo… más allá, en otro planos, por no decir segundos, se otea el dibujo del alma de cada quien, tal como si fueran armónicos de varias notas que transgreden sus intimidades en un tiempo único y movedizo, como lo es la línea que va de un extremo a otro de la canción…se disfrazan de cada uno y son todos un solo instrumento… luego se abren, como una baraja en abanico, para arrojar sobre los afortunados tímpanos de turno, una idea sentada en la realidad que se alegra sobre y bajo las ondas de cada interpretación…”dialecto urbano”, en verdad, saca infaliblemente un conejo de la chistera de la vida de este astro de una sola luna…
Dialecto Urbano se caracteriza por abarcar un repertorio ecléctico de música popular de diversos países ibero-americanos, siempre cuidando con esmero la interpretación en cada una de sus piezas, que no por ser de ese género, dejan de tener una complejidad estilística y armónica. Ofrecemos aquí una muestra de las obras abordadas por este grupo a lo largo de su trayectoria.
“…La música vocal es un dialecto dentro del lenguaje que hemos escogido para expresar loque sentimos y pensamos. La ciudad, nuestro entorno. Cada Proyecto, cada nota, cada silencio forma parte de nuestra esencia. Cada canto…la posibilidad de acariciar lo intangible…”
Nace en 1995 motivado por la necesidad de presentar una alternativa dentro del espectro coral venezolano. Desde sus inicios, Dialecto Urbano ha desarrollado su actividad enfocada hacia el estudio en profundidad de los estilos que se interpretan.
Su repertorio abarca composiciones y arreglos de los más variados estilos, que van desde obras sacras y profanas del renacimiento hasta la música académica y popular del siglo XXI.
En 1997 participó en el montaje “Broadway en Caracas”, presentado en la Unión Israelita de Caracas. En ese mismo año viaja a Brasil donde presenta la propuesta “La música tiene sus calles” en ciudades como Cabo Frio, Vassouras y Rio de Janeiro.
Dando constancia de su calidad vocal interpretativa, ha sido invitado a participar en Festivales Corales y ciclos de conciertos de reconocida importancia organizados por numerosas instituciones culturales del ámbito nacional e internacional.
En 1999 participó en el espectáculo “Navidad entre Amigos”, producido por Amigos del Teatro Teresa Carreño.
Cabo frío
Festival Caribe Caracas
Niteroi
Teatro San Martín, Caracas
Vassouras
En el año 2000 durante el Festival Internacional “América Cantat III” celebrado en Caracas, fue coro guía del Taller “Coros de Música Bailable y del Caribe”.
En 2001 interpretó “The Company” en la ópera “Sweeney Todd, the Demon Barber of Fleet Street” de Stephen Sondheim, presentada en la VII Temporada de Ópera Breve del Ateneo de Caracas. En ese mismo año fue invitado especial en la grabación del disco “Navidad Sinfónica” de la Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho.
En junio de 2002 presentan “De profundis” en el marco de la octava edición del Festival Caribe (Teatro Trasnocho), lo que representó un paso adelante en su búsqueda por alcanzar la integración total del arte del performance y la tecnología multimedia dentro del medio de expresión primario que maneja: la música vocal. En Agosto de ese mismo año fue invitado especial del espectáculo “Una canción para el Teresa, una canción de todos, para la casa de todos”.
Luego de su tercera producción dedicada al repertorio de la música venezolana y luego una pausa forzada, Dialecto Urbano resurge en el año 2019 en la ciudad de Madrid, lugar de residencia de su director, José Mena Polo.
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